Que los hombres a quienes maravilla este mundo --su capacidad, su hermosura, el orden de su movimiento continuo, los dioses manifiestos o invisibles que lo recorren, los demonios, árboles y animales-- eleven el pensamiento a esa Realidad, de la que todo es la copia...
(Jorge Luis Borges)

20 de abril de 2004

Acoso

Queridos amigos, esta vez no puedo dejar de lado la anécdota, puesto que creo que ya es necesario que deje de ser tan bruta (mi misma: no, querida, no es amabilidad, es pendejez).

Bueno, bueno, la cuestión es la siguiente: Desde hace varias semanas estaba yo enterada de los problemas generados por un cliente nefasto. Y los sabía no sólo por gente de la empresa, si no por su misma vecina con quien he hecho buenas migas a partir de que la he canalizado con la gente adecuada para resolver un problema en su departamento.

El cliente nefasto al que de ahora en adelante denominaré "cliente nefasto" hasta que se me ocurra otra cosa, parece ser un tipo de lo más déspota, corajudo y enojón, además abogado (espero no agredir a nadie de los lectores). Ya me habían contado una serie de situaciones terribles con este señor: hizo llorar a una chava de la empresa, quiso golpear a un residente y "pendejeó " a otros tantos.

En fin. Hace unas semanas habló con la secre que porque quería cita con mi jefe. Yo lo supe, pero no me comuniqué con él porque mi jefe se lo pasó a categoría: "citas" (cosa que es terrible para la mayoría de los que entran a esa lista, pues de ella no salen al no obtener nunca su objetivo).

Hoy volvió a llamar e increpó a la secretaria, quien tontamente le dijo que si no había hablado más bien conmigo. El tipo se encabritó y le dijo que perfectamente sabía con quién había hablado y que si no le iban a hacer caso que esperáramos pronto una demanda de su parte. Ella sólo escribió en la categoría "llamadas entrantes": habló "cliente nefasto" y me comentó el asunto.

Mi eficiencia laboral y mi inevitable manía de querer apagar fuegos y meterme en la boca del lobo me llevó a marcarle.

"¿Cliente nefasto"? Habla "yo" de la oficina de "mi jefe" ¿En qué te puedo ayudar?"

Esa frase soltó una retahila de agresiones y alguna que otra mala palabra sobre el trabajo de los arquitectos y su falta de profesionalismo, bla, bla, bla. "Cliente nefasto, no me digas esto... qué barbaridad... claro, claro... oye, pero déjame ayudarte". Vino, entonces la discusión sobre la demanda o no la demanda hasta que, finalmente, mis encantos lo hicieron reír y me preguntó nuevamente mi nombre, de dónde era, cuántos hijos tenía, cuándo me separé, etc... Y luego otra vez la demanda. Entonces, la invitación a comer. Negación. La demanda-qué más hago- que lo trataron muy mal - qué simpática sueno por teléfono - su capacidad para ponernos a llorar - nuevamente la invitación a comer - negación - la demanda - de dónde son tus papás- mi jefe que no quiere contestar sus llamadas - que él tiene 50 años y no son tantos - la comida...

En algún momento, no sé qué pasó y colgamos el teléfono con una cita en un restaurante de Polanco mañana a las 3:30 p.m. Por supuesto, en cuanto solté el teléfono se me revolvió el estómago y corrí a hablar con mi proveedora de ropa: la directora de comercialización, a contarle mis cuitas. Se rió un poco y yo regresé a tomar el teléfono, marcarle al cliente nefasto y cancelarle sin permitirle que me volviera a envolver entre palabras, demandas y qué chingados le importa quién soy yo.

Todo se arregló y ¡bendito Dios! mañana no tengo que comer con ningún indeseable. Ya me ha llamado tres veces para que cambie mi decisión.

Creo que necesito un guardaespaldas (o guarda-lo-que-ustedes-se imaginen).

Fulka