Que los hombres a quienes maravilla este mundo --su capacidad, su hermosura, el orden de su movimiento continuo, los dioses manifiestos o invisibles que lo recorren, los demonios, árboles y animales-- eleven el pensamiento a esa Realidad, de la que todo es la copia...
(Jorge Luis Borges)

5 de marzo de 2004

Historia de lo imposible

Me doy. El blogger no me quiere. Ya edité el texto tres veces y sigue poniendo los signos de interrogación en lugar de las letras acentuadas. Por lo demás, me di cuenta de unos súper errores de redacción y los, según yo, arreglé. Esos sí salieron. En fin.
No he tenido comunicación con el hermano de Epi. Tengo que llamarle. Los pondré al tanto en cuanto sepa algo digno de mención.
Mientras tanto, y para no perder el ejercicio de mis ¿facultades?, recordaré ahora un episodio con ambos: Epigmenio y Gerardo. Justo el día en que conocí al segundo.
Recuerdo haber sido notificada de que tenía que estar como a las 8 en el CNA para estar en la presentación del número de luchadores de Tierra Adentro. Así que salí de mi trabajo y como pude llegué hasta Río Churubusco entre mentadas de madre y los "muévete, cabrón". Estoy consciente de que un día alguien se bajará a madrearme por mis insolencias cuando tengo prisa (lo cual es casi siempre). Me defenderé. Eso no lo duden.
En fin. Llegué al lugar en que fue la presentación, la cual ya había empezado, y me deleité con las palabras sabias de "El Testigo". Ese tipo es la cultura desde la tercera cuerda (lo que sea que esto signifique, aunque suene a ocurrencia fallida). Después hablaron algunos personajes más. Recordó alguno de ellos las pláticas con Kalibán en el Corona y las largas farras con el mismo personaje. Al final, todos sufrimos al "Mil Máscaras". ¡Tipo pesado! Su monólogo fue largo y aburridísimo. Como si estuviera en Conferencia de Prensa, "dió permiso para que le hicieran sólo 5 preguntas". Obviamente, nadie le preguntó nada.
Las chelas que dieron, la neta, estaban malísimas. Creo que también dieron algo de alcohol en serio, pero más bien fue en serie, porque éste era peor que las chelas mismas.
No aguantamos mucho tiempo y emigramos rápidamente en dirección a la Guadalupana. Nos batearon porque ya estaban cerrando. Pensamos que, por aquellos que iban a lelgar, debíamos esperar. Lo hicimos, ocupando nuestro tiempo, bocas y estómago comiendo unas quesadillas en el mercadito de al lado de la cantina. Allí llegaron Sifuentes y Epi. Hola, hola, qué tal, ¿no se conocían? no, ah, cámara. Y yo segía moviendo la mandíbula.
La verdad, esa noche fue fatal. A falta de lugares a los que ir, terminamos en el Sanborn´s. Creo haber propuesto antes el Hijo del Cuervo. Fue cuando me di cuenta que soy una fresa perdida. Por supuesto, mi moción no fue aceptada. Alguien más dijo (y creo que fue Fuc) que compráramos unas caguamas y chupáramos en la banqueta. Allí me di cuenta que Fuc es un ultra. Por supuesto, su moción tampoco fue aceptada. Así que, como les cuento, terminamos en el bar de Sanborn´s, con ese mismo ánimo que da el estar allí, intentando reir de algunos chistes. Fue lo suficientemente patético como para no querer regresar allí, a menos que más adelante en nuestras vidas asumamos que la neta es ir a remojar los fracasos a media luz.
Besos,
Fulka