Que los hombres a quienes maravilla este mundo --su capacidad, su hermosura, el orden de su movimiento continuo, los dioses manifiestos o invisibles que lo recorren, los demonios, árboles y animales-- eleven el pensamiento a esa Realidad, de la que todo es la copia...
(Jorge Luis Borges)

22 de octubre de 2003

A falta de trabajo y, sobra decirlo, exceso de tiempo entre cuatro paredes "oficinescas" (cabe mencionar que una de esas paredes, la de mi lado derecho, está cubierta por un espejo de arriba-abajo y de derecha a izquierda, o sea, toda), y que mi compañero de oficina gusta de dormitar en cualquier posición y a cada rato, no me queda más que sucumbir al egocentrismo del blog para aliviar el aburrimiento.
He de confesar abiertamente que no sé cómo saldra este experimento algo forzado por las leyes del ocio, ni qué tanto durará este "prurito", provocado por las mismas leyes, de ponerme a escribir sobre lo que me venga en gana.
Sin embargo, me es imposible seguir analizando sola y por tanto tiempo la forma en que mi compa de al lado puede dormir sin caerse.
Paréntesis: acaba de pasar un mensajero quien, por cierto, se hace llamar "Charles Bronson" y me pidió que por favor no lo besara, puesto que estoy fumando. ¡¿?! (Una voz en mi cabeza pide a gritos ayuda del exterior).
Volviendo al compa de al lado, a quien conocerán por "Reyes", ahora está roncando. Según yo, los ronquidos aparecían cuando el emisor entraba en un sueño profundo. Estaba muy equivocada, puesto que he ratificado ya en varias ocasiones que Reyes puede salir y entrar de su sueño ágil y deliberadamente cada que se acerca un directivo, lo que me indica que no llega a sueño profundo aunque ronque.
Todos en la oficina sabemos que dormita, hay evidencias fotográficas que lo confirman, por lo que lo acusan de "huevón"; sin embargo, yo tengo la hipótesis de que sufre de "apnea", que es un padecimiento incontrolable, y no dudo en limpiar su nombre, haciendo elucubraciones sobre cómo habrá pasado la noche y explicando que es seguro que no descansa bien por falta de oxigenación. Nadie me cree, por lo demás. Me he dado cuenta que en las oficinas es necesario tener a quién criticar y de quién burlarse, por lo que mis disquisiciones sobre el padecimiento de Reyes, no sólo son evadidas sino que además molestan el libre tránsito del "mal-decir".
En lo que respecta a mí­, la verdad que Reyes duerma o no me tiene sin cuidado, aunque a todos los demás les parecen maravillosos los "performance" que se suceden momento a momento en mi oficina, puesto que sin darme cuenta lo saco de su sueño al entrar y salir, tomar llamadas o intentar hacer un comentario cualquiera. Este compa hace como que me ha escuchado todo el tiempo y sólo asienta con la cabeza o murmura palabras ininteligibles que me dan la pauta de seguir la conversación o recordar que tengo que ir al baño.
A todo esto, he de decir que el acto de dormir en lugares públicos es algo que siempre he querido lograr. No he tenido éxito; sólo en una ocasión pude perderme en los brazos de Morfeo dentro de un avión, lo hice sobre la mesita de alimentos, logrando un equilibrio total para no romper la mesa. Suena extraño, pero dormí y lo comprobé porque hasta babeé la mesa (cosa, por cierto, que no suelo hacer). Esto no dejó de ser un poco humillante, la verdad; más cuando llegó la aeromoza y pidió que me quitaran de allí. Yo ni me enteré, hasta que sentí­ la mano de mi hermana jalarme de las greñas hacia atrás, pidiéndome que me comportara.
En fin, entre sueño y sueño (de Reyes) me inventaré trabajo o leeré el libro que tuve a bien traer de casa.
Fulka